Por Josefina Fernández

Este último sábado de noviembre me levante de la cama con mi Mamá en la cabeza y cuando eso me sucede nada ni nadie impide que yo visite a mi Madre y le dé a ella tiempo de calidad.

Cuando estoy frente a esa doña de carácter fuerte me pongo ñoña y quisiera en ese momento ser la niña que ella cargaba con tanto amor, ahora solo acepta que ponga mi cabeza en su regazo y escuché por vez número siete mil la historia  más dulce de su adolescencia, aquel suceso que no compartiré en este escrito.

En medio de la historia interrumpí a Mami y le pregunté si ella había oído hablar de Chencha. Y con voz autoritaria me recriminó que yo no supiera quién es Chencha y la razón por la cual Manuel Jiménez  planeaba inaugurar un espacio cultural con el nombre de la mejor bailarina de SON jamás vista en esta media isla.

Luego cambió el tono de voz y sus ojos brillaron de alegría como si en ese momento recordara algún hecho maravilloso y me narró que Chencha y un tal Bonyé, deleitaban al público con la elegancia de su baile. Me dijo que un domingo en la tarde se le acercó en medio de un receso a la dinámica pareja y que aún tiene en la punta de la nariz ese aroma de colonia Vetiver de Puig que salía de la camisa de Bonyé.

Mami me contó que esa tarde  Chencha  sonreía con elegancia y discreción, mientras su cuerpo se movía con una precisión de un reloj suizo al combinar cada movimiento con el sonido del  tres, el bongo, el güiro y la maraca, y Bonyé marcando cada paso con su zapato de blanco y negro  de manera magistral.

En un momento, ella para de hablar de ellos y me ordena que el lunes le diga a Manuel que ella le da las gracias por revivir esos momentos en que bailar era un arte, donde los buenos bailadores se alimentaban de los aplausos del público y que cada día querían hacerlo mejor.

Mami me dijo que Chencha y Bonyé, sin darse cuenta, bailaron a favor de la paz del país, porque el son es alegría, es diversión sana y ese homenaje a Chencha es un aporte a la cultura y la paz del municipio.

Mami dice que durante medio siglo sedujeron y encantaron a varias generaciones   con ese baile de vestido sencillo, breteles, boina y calzados de dos colores.

Tal vez yo no pueda ver a Manuel este lunes, ni me grabe de memoria todo lo que Mami me dijo y por eso tomé notas sobre lo que me hablaba de esa leyenda del son apodada Chencha.

Mi madre dice que la inauguración de ese espacio cultural y de sana diversión, es un gran motivo de alegría para el municipio más grande del país.

Al final me ordenó  buscar en youtube música del grupo Maniel y me jaló a bailar, pero pasé vergüenza  con mi Madre, sin embargo, cuando  tomó la mano de mi hijo Brian y me quede sorprendida de lo bien que lo hicieron.

Esa noche al despedirme de mi Madre,  me dijo que se  sentía feliz por la visita de ese sábado, le respondí que me di cuenta de que ella se puso feliz por yo ponerle el tema de Chencha y el homenaje de Manuel.

Me respondió que su felicidad no fue por Chencha  ni Manuel, que incluso no fue por mí, que lo que más feliz la hizo ese sábado, fue que su nieto bailó con ella su música favorita.

Llegué a mi casa contenta, porque dejé a mi Madre feliz  y al mismo tiempo  celosa, porque cuando está al lado de su nieto se olvida  de que soy la primera hija que ella trajo al mundo.

 

 

 

Por orbitainformativard

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